miércoles, 15 de junio de 2016

El Baile de los tropiezos



Me muevo a ciegas, orientado por ilusiones, buscando un horizonte desconocido.
Me muevo empujado por el ardor de promesas, soy todo esas promesas que dan la sensación de mi existencia.
Voy dando tumbos, y esos dolores que registro me van haciendo caminar con más cuidado, me van haciendo más sensible.
Voy descubriendo que necesito moverme con soltura, para aprender a caer, descubro que jugar con el equilibrio es la clave para lograr esa soltura, ese juego.
De pronto capto a ese mirador interno, aquel que proyecta esas ilusiones. Acepto esas mentiras como mías, las acaricio, y sobre todo reconozco su poder movilizador.
Descubro que esas imágenes son planas, y mi ojo ayudado por mis manos curiosas me dicen que el mundo tiene volumen, tiene fondo. Brota la nostalgia, la alegría, el asombro, todo junto.
Comienzo a construir un volantín, que pueda elevarse lo suficientemente alto para que sea curvado por el viento, para que me lleve más allá de cualquier valle o montaña, alejándome de los senderos conocidos.